En el eterno resplandor de Ana, encontramos la fuerza del amor inquebrantable, la valentía para enfrentar lo desconocido, la capacidad de renacer como el ave fénix, la gratitud por los momentos compartidos, y la paz que solo el tiempo y la compasión pueden traer. Que su legado de bondad y esperanza siga iluminando nuestros corazones en los días oscuros, recordándonos que, incluso en la tristeza, hay un destello de luz que nos guía hacia adelante. En el jardín de los recuerdos, florecen las semillas de la vida eterna, cultivadas con amor y cuidado.
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23 de noviembre de 2019