En el legado de Ana María Mingo Ortega de Fernández late un amor eterno que nos invita a abrazar la vida con coraje y gratitud, a pesar de la ausencia física. Su resiliencia nos inspira a seguir adelante con esperanza, sabiendo que la paz que irradiaba perdura en nuestros corazones. Que su memoria nos recuerde la importancia de amar intensamente, de enfrentar los desafíos con valentía, y de encontrar la belleza en cada nuevo amanecer. Que su luz siga guiándonos en el camino, recordándonos que el amor es eterno y que el espíritu nunca muere.
Publicado en el archivo
1 de mayo de 2020