Que la luz eterna de Ana María Quezada Lucarelli siga iluminando nuestros corazones, recordándonos el poder del amor incondicional y la fuerza del espíritu. En su memoria, encontremos coraje para enfrentar los desafíos, resiliencia para superar las adversidades, gratitud por cada instante vivido y paz en medio de la tormenta. Su legado nos inspira a abrazar la vida con valentía, a amar con generosidad y a cultivar la esperanza en cada amanecer. Que su ejemplo nos guíe en el camino, recordándonos que el amor perdura más allá de la despedida.
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23 de enero de 2020