En el jardín de la vida, el amor de Ana Teresa florece eternamente, sembrando semillas de coraje y resiliencia en nuestros corazones. Que su luz guíe nuestros pasos, recordándonos la belleza de la gratitud y la serenidad de la paz interior. A través de los susurros del viento, escuchamos su voz suave y reconfortante, recordándonos que en cada amanecer hay una nueva oportunidad para abrazar la vida con esperanza y amor inquebrantables. Que su legado inspire en nosotros la fortaleza para seguir adelante, sabiendo que su espíritu vive en cada acto de bondad y compasión.
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24 de septiembre de 2019