En el jardín de la vida, las semillas que Antonieta sembró con amor y humildad siguen floreciendo, recordándonos que cada pequeño gesto de bondad puede transformar el mundo. Que su legado de serenidad ilumine nuestro camino, recordándonos que aún en la oscuridad, la esperanza nunca nos abandona. Sigamos adelante con valentía y compasión, sabiendo que en cada sonrisa, en cada abrazo, en cada acto de generosidad, mantenemos viva su luz. Que su memoria nos inspire a amar más, a creer en los sueños y a cultivar la esperanza como el más preciado tesoro de nuestras vidas.
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8 de mayo de 2019