En la luz eterna, el espíritu valiente de Diego Andrés Alvarado Hernández brilla con amor inquebrantable, sembrando semillas de coraje y resiliencia en nuestros corazones. Que su legado sea un faro de esperanza y gratitud, recordándonos que en cada amanecer hay una oportunidad de renacer, de abrazar la paz interior y de cultivar la fortaleza para seguir adelante. Que su memoria sea un recordatorio de que el amor perdura más allá de la vida terrenal, nutriendo nuestros sueños con la promesa de un mañana lleno de luz y propósito.
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10 de enero de 2024