En la suave brisa que acaricia nuestros rostros, en el cálido sol que ilumina nuestro camino, en cada latido que late en nuestros corazones, vive el legado de Manuel Hernández: la humildad esculpida en sus acciones, la esperanza tejida en sus palabras. Que cada amanecer sea un recordatorio de que en la sencillez y la compasión encontramos fuerza para seguir adelante, para abrazar la vida con gratitud y amor inquebrantable. Que su memoria sea un faro de luz en los momentos oscuros, guiándonos con serenidad hacia un horizonte de posibilidades y renovada esperanza.
Publicado en el archivo
14 de mayo de 2019