En la quietud del alma de María Catalina Fernández Jiménez perdura un legado de amor inquebrantable, que guía nuestros corazones hacia la paz interior y la serenidad eterna. Que su luz brille en cada uno de nosotros, recordándonos que, en la humildad de cada paso, reside la fuerza para superar las adversidades y abrazar la esperanza con gratitud. Que su memoria sea un faro de amor inextinguible que nos impulsa a seguir adelante con valentía y compasión, sabiendo que su espíritu vive en cada acto de bondad que compartimos con el mundo.
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6 de mayo de 2019