Que la luz del amor que María Francisca irradiaba siga iluminando el camino de todos los corazones que extrañan su presencia. Su coraje y resiliencia son un legado invaluable que nos inspira a enfrentar cada desafío con valentía y gratitud. En su memoria, cultivemos la paz interior que ella transmitía, recordando que el amor perdura más allá de la distancia física. Sigamos adelante con esperanza, sabiendo que su espíritu vive en cada acto de bondad que realizamos. En cada amanecer, encontremos la fuerza para abrazar la vida con gratitud y amor inquebrantable.
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24 de septiembre de 2019