En cada amanecer, se enciende la llama del amor eterno que Nicolás Pérez Fabres nos regaló. Su coraje y resiliencia nos inspiran a abrazar la vida con gratitud, esperanza y valentía. Que su legado de paz interior y bondad infinita nos guíe en nuestro camino, recordándonos que la luz siempre prevalece sobre la oscuridad. Honremos su memoria con actos de amor y compasión, sembrando semillas de esperanza que florezcan en nuestros corazones. En cada suspiro, en cada latido, encontremos fuerza para seguir adelante, sabiendo que su espíritu vive en la eternidad.
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7 de agosto de 2019